miércoles, 27 de junio de 2007

Padre


Padre, al montón de polvo que te cobija
bajé esta tarde.
Enriqueta Ochoa.




Solamente nos separa, padre, un hueco habitado por el mundo,
una transparente brecha interminable,
ignorancia mutua y tres décadas de desaparición.

En qué montón de tierra maldeciré cuando te mueras,
a quién le entregaré el coraje insatisfecho de mi adolescencia:
lumbre que en el estómago anidó.

Y cuando llega el viento de septiembre
la ciudad cierra los ojos y se amamanta de su polvadera,
encuentro en ese ardor de garganta el único recuerdo de ti.

Has de estar también en el agudo mediodía de la canícula,
cuando todo se funde y la piel se nos incendia,
cuando una gasa cubre los ojos y no nos podemos reconocer.

Uno más

Pocos poemas en prosa tengo, va uno aquí


Este cuerpo no eres tú.

No eres tú. Este cuerpo que escribo no eres tú, porque no tiene las marcas de mis uñas en la piel. No es tu cuerpo, es la tarde que acecha mi alcoba y sube por mis muslos erizándome, haciéndome creer que es tu epidermis. Es un disfraz sin alma (con tu ropa) que me quiere tentar. No eres tú, pero yo cedo.

lunes, 18 de junio de 2007

Porque las musas merecen ser mencionadas


Un poema para Ale. HAce tiempo no pongo a la luz algo de lo mucho que le escribo.



Boca

El borde de la boca no es la boca
pero guarda en su esencia de contorno
la fuerza que lo vuelve beso. Y el beso
no existe sin la boca,
excepto por su génesis de aliento,
de sustancia que pasada por la boca
del amante y de su amante acaba en explosión
de carne, acaba en beso.

No es la boca el borde de la boca,
es otra cosa:
su anuncio
suspenso;
el dibujo preciso de la forma que antecede
al cuerpo y al deseo, y sin embargo,
por raro que parezca,
forma parte de la boca.

miércoles, 13 de junio de 2007

Menos siempre (o casi siempre) es más

MASCARADA

Otra vez varado,
repleto de un nombre que no es mío
juego con mi soledad y la dibujo.

viernes, 8 de junio de 2007

Un medio de transporte, también para viajar.

Que más quisiera yo que hacer volar a alguien...

Poema Avión

Estas palabras que lees
tienen estructura metálica y aspiran a poema,
quieren ser, en sentido estricto una aeronave.
Llámale avión, me da lo mismo;
lo importante aquí es
que vuele.

Lo vital es que el poema tenga alas,

asientos al menos para dos:
un piloto resulta imprescindible.
Que trabaje el torrente de sangre combustible,
que deje
en el espacio
esencia hecha de humo;
que haga, en su pirueta,
una señal discreta que se pueda ver.

Intenta despegar este poema
con sus ruidos y sintaxis propulsoras,
ganar altura con los signos,
planear, acaso, en consecuencia de los verbos;
tal vez,
después de tu lectura,
monosílabo, se atreva a aterrizar.

El poema tiene por fin último volar
-mejor, ser vuelo- .

Y si algo transporta por los aires,
será más que palabras predispuestas,
habrá sido,
venturosa maquinaria,
un avión.

(Rudder o Epilogo)
Ya luego se verá, si se relee, que a veces
-depende también de las corrientes,
del piloto,
de la forma de leer.-
El poema no despega.

jueves, 7 de junio de 2007

Porque viajar siempre es un placer...

El encarguito Guillermo Sheridan
Entiéndese por encarguito cualquier objeto que viaja entre dos personas que se quieren, a cambio de que una tercera las aborrezca para siempre. Costumbre acendrada y uso inextricable de la confusión mexicana sobre los usos del afecto, el encarguito —cosa y mensaje, objeto y símbolo— es una elaborada forma de la pesadilla. Quien enjareta un encarguito desdeña a las compañías especializadas en favor de un amateur incompetente, maniatado por parentesco o amistad. En lo que al amateur concierne, es un afecto infectado de sadismo. Pero en fin. No es lo mismo que la prima Flauberta reciba su póster tamaño natural de Juan Gabriel por dhl, a que lo reciba de una mano cordial que con todo gusto la ahorcaría. El fenómeno encarguito requiere de por lo menos tres participantes: la persona que lo envía (llamada el encarguitante), la que deberá recibirlo (el encarguitado), y la que lo traslada (el encarguitario o, más sinceramente, el pendejo). Basta con que se corra la voz ("Fulano se va a París. Encárgale algo. Es muy buena gente ese pendejo"), para que todo viajero confirmado se convierta en encarguitario potencial. Una vez enterado, el encarguitante urde su tortura. Imposible desaprovechar la oportunidad de perjudicar a un prójimo y, de pasada, hacerle llegar al pariente un litro del chilpachole que tanto extraña. La elección del objeto a encargar cae dentro de lo que en teoría de la mexicanidad se conoce como "ocurrencia", fenómeno que consiste en aplicarse con ingenio a la minuciosa confección de un disparate. Tomada la decisión, el encarguitante busca al viajero. No tarda en sacar el tema de su ser querido, quien mucho sufre en extranjera playa. El viajero se apercibe, en ese instante, de que se inicia su inevitable mutación en pendejo. Entre la charla melosa, el encarguitante desliza entonces las frases insinuantes de rigor: Ah, pero ¿vas a París?; solicitantes: ¿Te podría hacer un encarguito? y atenuantes: es una cosita de nada, o sólo un detallito, o bien, una cosa urgente. El pendejo se muestra atento a estas expresiones y las sopesa de prisa, aterrorizado y sin perder la cortesía. La experiencia le indica que cosita de nada alude a la categoría "comida vernácula"; detallito es siempre un calendario azteca verde de Tlaquepaque; cosa urgente es un objeto preciado para la familia (por ejemplo las cenizas del tío Anatolio, que deseó fuesen esparcidas dentro del Moulin Rouge). Si el viajero acepta convertirse en pendejo, recibe las frases de agradecimiento: no sabes cuánto te lo agradezco, o bien: no sabes cuánto te lo voy a agradecer. Atención: la elección del tiempo verbal obedece a la relación peso / volumen del encargo. De este modo, te agradezco desplaza de medio litro para arriba, mientras que te lo voy a agradecer mide un mínimo de un metro. (Si se antepone deveras a cualquiera de las anteriores, multiplíquese por dos; deveritas, por tres.) Para terminar, llega la remachante frase que cierra el contrato: ¿Estás seguro de que no es mucha lata?, que traducida al castellano significa: Ya te fregué y lo sabes, y además sabes que yo lo sé, y no puedes hacer nada, por pendejo. Momento fascinante ese de introducir a la cabina del avión el gobelino que representa "La Noche Triste" que adornó por generaciones la sala de la tía Zenaida. Más fascinante aún es cuando al cruzar la aduana, luego de ser detenido por su palpable nerviosismo, el pendejo se encuentra en el singular trance de tener que explicarle a un agente aduanal francés qué son los escamoles. Et dans votre culture, monsieur, avez-vous l'habitude de voyager par le monde avec votre collection des œufs de fourmis? El silencio que sigue le augura a los escamoles una larga vida en calidad de sans papiers. El viaje del encarguito culmina con su entrega. Las instrucciones comienzan siempre con la misma frase: "No hay problema. Llegando llamas a Honorato al teléfono tal. Escucharás la grabadora. A la señal, dices en voz baja esto: Ya llegó el que andaba ausente. Él se encarga de contactarte". O bien: "No hay problema. Mi hijito Óscar Erick te va a buscar el martes a las nueve de la noche bajo los güevos del caballo de Carlomagno en el atrio de Notre Dame." Honorato llega y se va de prisa, de reojo, con su "bote de talco Johnson & Johnson que no se consigue en París". Erick Óscar nos cae inmediatamente gordo. Se repasa la mutua relación con el encarguitante que culmina en el falso acuerdo: "Es muy buena gente". Después, un silencio embarazoso. Luego se dice que hace mucho frío. Se mira el reloj. Se intercambian gracias y denadas. La operación ha concluido. Mientras el pendejo camina hacia el metro, mira a Erick Óscar abrir el paquete allá a lo lejos y dirigirse de inmediato al basurero más cercano. El pendejo regresa a casa, resignado. Su ropa olerá a enchiladas potosinas a lo largo de todo el invierno

lunes, 4 de junio de 2007

Otro con dedicatoria

Amantes



Ciclón de pasos,
el tiempo dando tumbos:

en la lluvia, los amantes.

Nada existe porque nada se detiene.
En sus ojos
la luz hace presencia.
Reflejo nítido,
espacio mínimo.
Se siente su calor.
Los pasillos crecen
-el mundo, inasequible.
Sólo un beso sujeta a la carne su existencia.

(Para Elizabeth Posada B.)

Otro mío

Con dedicatoria a mi amigo Jorge Sánchez
Nada

Todo pierde – en medio de esta ausencia-
su certero nombre:

todo es suposición
y todo es nada

no hay centro en las palabras
para darles puñetazos (por eso):
acepta, dolor, este intento por llamarte.

El mundo anda sobre mi,
cabalga desbocado
y cada objeto, informe y desnombrado, sigue
pese al lento veneno de las horas
funcionando.

La cama donde duermo no es la cama
porque no tiene, ya, las mismas sábanas,
ni es parque ni sonrisas las del niño,
ni sangre la que mancha sus espejos;
ni harina
y levadura su mendrugo,
ni insomnio (que es sueño) ésta su tos.

Todo pierde – en tu recuerdo-
su epicentro.

Nada,
excepto la rabia precoz e inesperada
(ingenua rabia que todo lo hace lento),
se mueve de lugar
y sin embargo
cómo duele el corazón,
cómo su resto.
¿Acaso
su latir desvencijado
quita al mundo su chocante movimiento
y no deja de girar?

Aquí mismo me lleno de certezas
-podría contarlas, otra vez sobre la mesa-
y no sirven
otra vez
para más nada:
no me alcanzan para ser,
ni para estar; no alcanzan a doler
como el recuerdo,
no,
no alcanzan.
Lejos de ti nada se llama,
nada tiene verdad
y todo es nada.