lunes, 26 de noviembre de 2007

De lo último!

Desnuda la adolescencia (en Cuba)

Si algo añoro de la adolesencia es la desnudez.
La desnudez de adolescentes que sin razón danzaban en mi cuarto,
la mía de los domingos que bajo el sol maceraba su futura fruta
de tacto temeroso.

Extraño la desnudez de los chicos fumando,
sus cuerpos reposando lánguidos sin vello, dibujados por el humo
y yo extasiado
desnudo
mirando tanta piel reunida, de la que hice mi vocabulario.

Extraño la desnuda confianza con que Maité me escribía desde su isla,
la desnudez de ella misma cuando andaba toreando tiburones:
palpaba sus caderas oscuras
cantando (qué voz) eso de somos lo máximo...

Todo parecía mejor así, desnudo,
como celebrando al intemperie su existencia si necesidad de tapar nada,
como si en la piel desposeída habitara también la transparencia
del mundo que se fragua simple y pleno

Hoy, la furia de los años nos cae interminable en kilómetros de tela.
La vida adulta, sus chamarras,
cubren más de lo que alguna ves imaginamos ver,
ya la piel es clandestina actividad que no se nombra.

Antes,
ibamos desnudos por algunas alamedas,
sin presumir
la losana liviandad de nuestros vientres,
no insitabamos a nadie con esas airadas nalgas,
no;
Tampoco pretendimos nada.
Era una desnudez que andaba sola,
sin necesitarnos habitaba nuestros cuerpos.
Era, cómo decirlo, una desnudez muy natural.

También fuimos locos que tocamos todo lo que vimos en aceras,
salvajes adolescentes que andaban de pecho en pecho, de sexo en sexo jugando a ser los primeros pobladores de la tierra
(animales del asombro, nuevos ricos).

Fue por desnudez que nos tentamos, no por morbo ni con fines de hacer más ancho el orbe, no,
era pura y sencilla desnudez.

Ya pasados los días de encuerarse sin provocación alguna,
los chicos de glandes lisos y rosados
son robustos dueños de bodegas de ropa en toda talla,
ya no fuman, corren dos kilómetros cortitos todas las mañanas
eso sí
con ropa deportiva muy a doc.

Y Maité,
ay Maité,
ya sin isla
ataviada con ropa de finisimas y registradas marcas,
no va nunca al mar (dicen, que se baña vestida para no
recordar el ardor de la piel sin protección).

Yo, a veces, cuando puedo llenar mis pulmones de harta melancolía,
me quedo bajo el sol alguna tarde de domingo
y como homenaje a aquella época de encueros,
me desvisto
y junto con mi cuerpo, en un exhalo lento (posibles lágrimas secretas),
desnudo también mi alma.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Un poemita publicado en Roma


Este poema, se publicará en breve en una revista literaria en Roma, Italia. Aquí lo dejo en una versión al italiano de Vicente Flores Militello: estimado amigo.


Acrofobia

Sólo he vuelto a probar
ese temor que aguija en las rodillas
cuando
desde algún puente o azotea
miro hacia abajo y siento
irracional
esas ganas de llorar.

Me paralizo,
me hinco irremediablemente ante la fuerza de ese miedo,
me rebasa, se apodera
de mi respiración volviendo todo abrupto,
látigo que todo lo cercena.

Éxtasis de umbral:
oscilo,
veo mi condición mortal de frente y
(sólo así)
me siento vivo.

Empapado de sudor cierro los ojos
y bendigo.

Así fue la primera vez
-vuélvete, infancia, a la memoria-
que oí su voz.




Acrofobia
Ho riprovato soltanto
quel timore che punge nelle gionocchie
quando
da qualche ponte o tetto
guardo in giù e sento
irrazionale
quelle voglie di piangere.

Mi paralizzo,
m’inginocchio inevitabilmente davanti alla
forza di quella paura,
mi supera, s’appropia
della mia respirazione, facendo tutto
scosceso,
frusta che tutto mutila

Estasi di soglia:
oscillo
vedo la mia condizione mortale di fronte e
(soltanto così)
mi sento vivo.

Inzuppato in sudore chiudo gli occhi
e benedico.

Così fu la mia prima volta
-girati, infanzia, verso la
memoria-
che sentii la sua voce.



Versión: Vicente Flores Militello

lunes, 12 de noviembre de 2007

Festival de la palabra

En la primera foto: Sergio Loo, Balam Rodrigo y Álvaro Solis en el palacio de la autonomía



Acá, ese mismo día, Roxana Elvridge-Thomas y Yo, leyéndo poemas...



Un tatuaje

Este poema, anduvo muy celebrado y felicitado en el festival de la palabra, donde lo leí a lado de buenos amigos y buenos poetas. Va aquí para compartirlo.


Siempre dijeron
de mi
que muy seriesito para su edad
-que muy bueno para venir de esa mala semilla
oscurecida-.
Yo
quería dormir hasta tarde los domingos
tener revistas porno debajo del colchón
pero: muy seriesito para mi edad.

Yo quería un tatuaje
pero
iba los domingos – tempranito-
al coro de la iglesia
al mercado del brazo de mi madre.
Hice mis tareas
fui todo lo que la familia deseó.

Ciertas tardes de verano salí desnudo al jardín
ivocando un dragón que en su tinta deborara mi pierna.

Bueno para las clases de história y de ciencia natural
asistí con religiosidad a clase
quise irme de pinta
y besar en parques escondidos a mujeres (niñas de labios pintados)
que se cambiaban el nombre
para no manchar como su ropa interior, el verdadero.
En cambio hubo prolongadas noches
de inventarles rostros y olores a esas musas.

Luego me dió por las palabras
andar diciendo cosas raras
de la gente:
su mirada es fuego que me funde y fragua
de las cosas:
una blanca nostalgia hizo nido en el ropero

y antes de perderlo todo en esa apuesta
-qué oportuno-
me consiguieron trabajo
un buen trabajo digo

de esos que uno gana su dinero
de esos que se pone uno corbata y siempre
le dicen a uno Señor

aprendí de nónimas y trámites honrosos,
de windows e impresoras a color
y yo
seguía queriéndo un tatuaje
en el tobillo
una tarde de playa con ocasos de Neruda.

Pero –siempre- el amor es de alguna forma medicina:
droga corriente
pelirgosa y aditictiva igual de ilegal –debiera castigarse-
muy costosa pero no tan de mal ver,
excepto
en las entrañas, donde hace su guarida de epidemia.

Comencé a escribir en las paredes de mi cuarto
luego en espaldas de mujer...
Hoy
mis versos se maduran lentamente
en la mirada desatada de un anhelo.
Una braza –más instinto que otra cosa-
prepara su caldero en cierto vientre
y canta de brazos abiertos mi llegada
en espera
del tañido iracundo que nos resumirá.

Cuando sepa el nombre de ese fruto
por toda la verdad acumulada
por toda la obediencia que llagó mi pecho
me haré un tatuaje
tal vez dos.