viernes, 18 de enero de 2013

La nota quejosa


La humillación didáctica.
Nada es tan popular como la vejación pública. Nada nos interesa más a los humanos contemporáneos como observar a lujo de detalle la calamidad en piel de otros. Por ello vendemos y compramos con entusiasmo y apremio  la oferta televisiva de las tragedias verdaderas. Los valores huecos con que la sociedades actuales construyen sus hitos y sus hazañas heroicas se regodean y alimentan de estas humillaciones públicas que vemos con pocos cortes comerciales (porque qué es una tragedia sin tiempo para ir a orinar).  Por eso ayer vimos en televisión, transmisión simultánea en Méxio y Estados Unidos, la muy humillante entrevista al de por sí vejado deportista: LancAmstrong;conducida, con lujo de saña, por Oprah.
Él, encarnando la maldad (exorcizada ya, para fortuna y tranquilidad de los americanos) arrepentido de sus actos, deseando no haber sido lo que fue sino lo que ahora profesa ser. Ella, erigida juez y encarnación de la moralidad soñada, qué digo americana, mundial, preguntando lo que todos queríamos saber. Inexpresivo casi, el deportista, titubeó más de una vez al responder cosas muy simples; la conductora, ególatra y reprobante, dejó ver sus muecas de asombro cuando las respuestas le parecían impensables para un buen hombre; y luego le llamó imbécil, mentiroso y grosero.
Me espanta más el circo de la humillación didáctica, que la falta al código de ética deportivo de Amstrong. Más grave me parece ver a esa señora, con su mayete simbólico juzgando a nombre del pueblo americano (osea la humanidad) en televisión (instrumento también de la justicia), que los 7 tours ganados a la luz del dopaje.
Pero mientras haya un famoso en circunstancia escandalosa, mientras una Kardashian, Hilton, Clinton, o de perdis Rubio; habrá un productor dispuesto a ganar miles de billetes y de paso (muy de paso) contribuir a tranquilidad de los que vemos, religiosamente, la televisión. Con esa tranquilidad podemos contar.