viernes, 11 de abril de 2014

Salmo para la muerte de una hipotética democracia

Si el que tiene el poder nos escuchara, si en sus altos aposentos de copetes y bandinas escuchara el rumor de los que gritan; si no le diera miedo el ruido de los muchos que le recuerdan en noches de insomnio a enjambres asesinos. Si tan solo una vez fuera humilde, o lo intentara y nuestras voces de urgencias, de antiguos oprobios llegaran a él, presenciaríamos una escena del teatro más absurdo. Bastaría unos segundos para configurar una hecatombe: nuestras palabras (peinadas atrás o en chongos varios) resultarían insondables bramidos, tonterías. Y él, perplejo y tonto; como un mustélido frente al diccionario de la RALE, volvería a su habitación de satines tricolores a soñar con el silencio improbable de un país sin algaradas. Julio César Toledo