Ceniza
Tu aliento en mis labios
era fuego que todo lo quemaba,
los pechos ardían y ardían los muslos;
Todo se encendía en la hoguera viva
de aquella nocturna habitación.
Después sólo ceniza:
La luz hizo al jardín,
hizo el día y dibujó
en la cama
tu silueta que el viento dispersó.
Abrí bien la ventana, fui tras de ti.
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