De cómo el Hades se nos volvió el Olímpo en una Playa.
Qué feo es el centro de Acapulco. Qué feas casi todas sus playas. Pero cómo disfrutamos la compañía de unos y otros, escritores, convocados y reunidos en el 1er Encuentro de Jovenes Escritores Acapulco 2008.
Si bien no estábamos en la zona "diamante" (me parece que esa palabra es un eufemismo para decir: prohibido la entrada a los pobres), el hotel era una especie de chiste que no logramos entender, y los alrededores medios sucios (aunque al paso de las horas se volvieron pintorezcos, hay que decirlo) disfruté mucho el viaje como la Iliada resulta disfrutable.
Después de las lecturas matutinas, nos aventuramos (entusiastas argonautas que queríamos enseñarle a Luis Paniagua, nuevo en eso de acapulquear, que algo ahí valía la pena) a buscar un lugar en dónde estar. Y de pronto, sí, la providencia disfrazada de acapulqueño (oráculo certero) nos invitó a pasar a un restaurante-bar, el Cocoloco...
Entendimos, entonces, que el destino nos había llevado a allí. Todo comenzó a llenarse de sentido: unas chelitas bajo una palapa con charla de esa que alimenta el alma. Provindencial, también, apareció una señora de esas muy morenas, en el sigilo, tras la espalda de Daniel Saldaña, embadurnándolo de un elíxir aceitoso y ofreciéndole, oh Afrodita de Caleta, un masaje; exigiéndoselo minutos más tarde. Una vuelta en la banana, y Luis Tellez-Tejeda dice que no gracias, al tiempo que algunos contenemos las ganas de alburearlo. Y las chelas venían en una cubeta en forma de ranita… qué bien se está uno aquí, empezamos a pensar. Luego vino la variedad (¡Aristófanes, no te acalores!): frente a nosotros unos paramédicos cosían la ceja de un nadador accidentado, así, sin echarle en la herida más que agua sacada de un vaso desechable, qué valor, pensamos todos, y ese es un centurión digno de otra cubeta de ranita, dijimos. Y otra de esas mujeres asediando la espalda de Saldaña apareció. Tellez-Tejeda al borde del llanto, oyendo Perfume de Gardenia dedciada sólo para él por Fernando Trejo, que estaba, también, desaforado por la experiencia acapulqueña. Víctor Cabrera dormía y comía pepitas (¡al mismo tiempo, qué proeza!) Sergio Loo exponía elegantemente su diatriba detractora contra la experiencia del parachute, Rodrigo Castillo, casi sin darse cuenta, confesaba al cobijo de nuestro nuevo templo (El Cocoloco, donde el cliente es primero) que alguna vez los vistieron de marinerito para una foto, y al cabo de las ranitas y las horas, aceptamos lo bello, lo olímpico y sobrecogedor que es Acapulco, cuando se está en un encuentro de escritores.
Que alguien más reseñe las mesas y lecturas (muy buenas, nutridas e importantes, cierto) pensé cuando me propuse descubir lo que había sucedido el fin de semana del 13 y 14 de junio en Acapulco. Comprendimos, los que estuvimos ahí, varias cosas vitales:
1) Nuestra Antología de Poemos, para Emos (Me gusta cuando llueve porque nadie se da cuenta que lloro) será un éxito de venta proximamente.
2) Quien no conoce el Cocoloco, no conoce Acapulco.
3) Lo mejores tiempos de Acapulco, si los hubo, fueron hace mucho tiempo.
4) A Luis Tellez-Tejeda, le gusta la poesía chiapaneca.
5) Balam Rodrigo es el líder moral de los encuentros de escritores recientes.
Entonces, nutridos de poesía, reflexión y acapulquerías, regresamos; con la idea de volver, sí, al segundo encuentro que propusimos se llamara: Encuentro de Jovenes Escritores Cocoloco (donde el cliente es primero) 2009, o bien, Encuentro de Balam Rodrigo y Jovenes Escritores 2009.
Qué feo es el centro de Acapulco. Qué feas casi todas sus playas. Pero cómo disfrutamos la compañía de unos y otros, escritores, convocados y reunidos en el 1er Encuentro de Jovenes Escritores Acapulco 2008.
Si bien no estábamos en la zona "diamante" (me parece que esa palabra es un eufemismo para decir: prohibido la entrada a los pobres), el hotel era una especie de chiste que no logramos entender, y los alrededores medios sucios (aunque al paso de las horas se volvieron pintorezcos, hay que decirlo) disfruté mucho el viaje como la Iliada resulta disfrutable.
Después de las lecturas matutinas, nos aventuramos (entusiastas argonautas que queríamos enseñarle a Luis Paniagua, nuevo en eso de acapulquear, que algo ahí valía la pena) a buscar un lugar en dónde estar. Y de pronto, sí, la providencia disfrazada de acapulqueño (oráculo certero) nos invitó a pasar a un restaurante-bar, el Cocoloco...
Entendimos, entonces, que el destino nos había llevado a allí. Todo comenzó a llenarse de sentido: unas chelitas bajo una palapa con charla de esa que alimenta el alma. Provindencial, también, apareció una señora de esas muy morenas, en el sigilo, tras la espalda de Daniel Saldaña, embadurnándolo de un elíxir aceitoso y ofreciéndole, oh Afrodita de Caleta, un masaje; exigiéndoselo minutos más tarde. Una vuelta en la banana, y Luis Tellez-Tejeda dice que no gracias, al tiempo que algunos contenemos las ganas de alburearlo. Y las chelas venían en una cubeta en forma de ranita… qué bien se está uno aquí, empezamos a pensar. Luego vino la variedad (¡Aristófanes, no te acalores!): frente a nosotros unos paramédicos cosían la ceja de un nadador accidentado, así, sin echarle en la herida más que agua sacada de un vaso desechable, qué valor, pensamos todos, y ese es un centurión digno de otra cubeta de ranita, dijimos. Y otra de esas mujeres asediando la espalda de Saldaña apareció. Tellez-Tejeda al borde del llanto, oyendo Perfume de Gardenia dedciada sólo para él por Fernando Trejo, que estaba, también, desaforado por la experiencia acapulqueña. Víctor Cabrera dormía y comía pepitas (¡al mismo tiempo, qué proeza!) Sergio Loo exponía elegantemente su diatriba detractora contra la experiencia del parachute, Rodrigo Castillo, casi sin darse cuenta, confesaba al cobijo de nuestro nuevo templo (El Cocoloco, donde el cliente es primero) que alguna vez los vistieron de marinerito para una foto, y al cabo de las ranitas y las horas, aceptamos lo bello, lo olímpico y sobrecogedor que es Acapulco, cuando se está en un encuentro de escritores.
Que alguien más reseñe las mesas y lecturas (muy buenas, nutridas e importantes, cierto) pensé cuando me propuse descubir lo que había sucedido el fin de semana del 13 y 14 de junio en Acapulco. Comprendimos, los que estuvimos ahí, varias cosas vitales:
1) Nuestra Antología de Poemos, para Emos (Me gusta cuando llueve porque nadie se da cuenta que lloro) será un éxito de venta proximamente.
2) Quien no conoce el Cocoloco, no conoce Acapulco.
3) Lo mejores tiempos de Acapulco, si los hubo, fueron hace mucho tiempo.
4) A Luis Tellez-Tejeda, le gusta la poesía chiapaneca.
5) Balam Rodrigo es el líder moral de los encuentros de escritores recientes.
Entonces, nutridos de poesía, reflexión y acapulquerías, regresamos; con la idea de volver, sí, al segundo encuentro que propusimos se llamara: Encuentro de Jovenes Escritores Cocoloco (donde el cliente es primero) 2009, o bien, Encuentro de Balam Rodrigo y Jovenes Escritores 2009.
La Ranita de las Chelas
Poetas rumbo al Cocoloco (donde el cliente es primero)
{Fernando Trejo, Luis Tellez-Tejeda, Daniel Saldaña, Luis Paniagua, Balam Rodrigo}
8 comentarios:
Gran reseña, mi estimado Julio César, de la peripecia acapulqueña. Nunca creí que lo diría, pero extraño el Cocoloco, con todo y sus ungüentos, sus chelas en ranitas y su insufrible tecladista.
Un abrazo.
puedo recordar que Balam, en el más estricto y cordial de los comentarios me dijo: Rodrigo: hay un pequeño problema: tienes que comprar tu papel de baño.
Un abrazo
Es viernes, son las tres de la tarde y no estamos en el Cocoloco. Repito, no estamos en el Cocoloco ¿qué será de nosotros sin escuchar al tecladista?
Besos y copas
El P.N.
Afirmo, aunque sólo fui una vez al Cocoloco extraño la improvisación de un consultorio, una fundación para casos de SIDA y una clínica de masajes al mismo tiempo. Peeeeerfume de gaaaaardeeeeniiiaass, tiene tu booooooocaaaaaaa.
Protesto:
Si bien comí pepitas en ese lugar de gratísima memoria (donde, como pudimos comprobarlo, efectivamente "el cliente es primero") no dormía sino que era presa de las ensoñaciones acapulqueñas que han inspirado a tantos y tantos como Agustín Lara, Los Hooligans, el Acapulco Tropical y, cómo no mencionarlo, el más ilustre de los acapulqueños: Julián Herbert.
Así que no me calumnies.
Gracias a todos por responder y pasar y sobretodo leer. Victor, no era calucnia, era producto de las ranas y el calor...
¡Volver al Cocoloco!
Mi querido Julio: qué decir. Una prueba fidedigna y divertidísima de nuestro paso por Acapulco. Una gran estancia gracias a su compañía y las visitas al Cocoloco, a Sinfonía del Mar y en menor medida al Bar del Puerto.
Puedo decir que disfruté el viaje a Acapulco, a pesar de Acapulco. Lo de las mentadas, el Tocayo lo tiene bien merecido (aunque no su mamá que sí es, aunque no se crea por el aspecto de su hijo, finísima persona), mas quizá en una de esas caigas en la herejía (por aquello de que yo sí conozco a Dios y puede hacerte cosas feas).
Me sumo a tu propuesta. Volvamos al Cocoloco!!!
Un abrazo,
lp
Qué lastima que los atendieron tan mal, y eso distorsionó la manera de apreciar el bello puerto de Acapulco.
Acapulco es un verdadero paraíso natural, mucho más bello que las calles asquerosas y grafiteadas (y llenas de camiones y carros) de Oaxaca, por ejemplo. jejej
Por cierto, pintoresco se escribe con "S" no con "Z".
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