viernes, 22 de octubre de 2010

Un poema

Prometeo escritor

No podrás escribir el fuego.
Si estiras la mano y el sol te deja acariciarlo,
si pisas el cielo o viertes sobre el mar tus lagrimones,
no podrás;
está vedado
como los signos antiguos del amor.
No podrás llevar contigo sus acentos
ni tus reglas sintácticas-absurdas- podrán sobrevivir a su fulgor aniquilante.
No podrás,
como no pudo jamás ningún profeta
ponerle nombre a dios sin destruirlo.
Harás de los intentos un oficio
y creerás poner redil a sus seseos.
De heroicos versos querrás pintar su anaranjado,
su oleaje incandescente emularás frase tras frase,
y aunque inventes idiomas
o un lenguaje secreto hagas bañar en combustible,
no podrás escribirlo, Prometeo.
Ni siquiera en tu piel como un tatuaje
ni en bombillas de enormes edificios.
Habrá noches de asfixia
en que una aurora precoz venga a buscarte
engañándote con trazas de flama refulgente.
Ten en cuenta en esos ratos de pueril algarabía que el verano es narcótico
que sabe a miel.
No tendrás palabra exacta que lo nombre.
No habrá letra que resista dicha fragua:
en trazo de ritual caligrafía creerás encender chispa,
blandirás la pluma entonces , engreído, como antorcha;
capitales e itálicas fundidas te harán hazmerreir de la nación.
No has de poder escribir fuego
nunca
aunque lo intentes.
Así empeñes la carne y las ideas
o la muerte apadrine tu futuro.
En el lecho de un río o en la banqueta,
borracho de todo, de sentido;
consumido al fin por la derrota
-tus mejillas ajadas por el frío en que se hielan los deseos abandonados-
nombrarás complacido carbón tus pobres versos.
Eso es todo a lo que puedes aspirar.

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