jueves, 23 de agosto de 2007

Un poema sobre estos días de otoño y viento

Ceniza

Tu aliento en mis labios
era fuego que todo lo quemaba,
los pechos ardían y ardían los muslos;
Todo se encendía en la hoguera viva
de aquella nocturna habitación.

Después sólo ceniza:

La luz hizo al jardín,
hizo el día y dibujó
en la cama
tu silueta que el viento dispersó.

Abrí bien la ventana, fui tras de ti.

viernes, 3 de agosto de 2007

Hablemos del poema

Breve reflexión, algo que espero acepten los buenos amigos de lenguaraz para ser columna en su revista.


El poema es un diapasón. Imaginemos de pronto y sin reservas un diapasón metálico a punto de ser golpeado para vibrar. Buscamos con este acto (el de hacer sonar el diapasón) una nota breve pero exacta, que nos oriente. La nota que saldrá del instrumento es la poesía, es la nota que habita antes del instrumento pero no puede ser oída sin él. La herramienta que tañe el poema es el sentido, con él es que le damos el golpe que lo hará vibrar (aunque siempre hay opciones, otras herramientas, ritmo, imágenes, silencio). La fuerza que se le imprime al instrumento es también vital, de la precisión en la fuerza depende la belleza, la claridad y limpidez de la nota que dará: la mano con su fuerza es el lenguaje. El poema es un diapasón que se tañe con sentido, con la fuerza del lenguaje y emite esas breves notas que son capaces de romper cristales, provocar aludes, conmover. El poema es un diapasón cuyo éxito depende de su hechura, de la perfección de su hechura. El poema, pues, es un instrumento.