jueves, 29 de enero de 2009

Siempre ha sido mi obsesión el minotauro

Polaroid de Minotauros

I
La noche está dormida
sobre el mundo;
descansa sus espaldas.

En el silencio rítmico
sólo el llanto,
el dolor del minotauro:
su bestialidad (¿?)






miércoles, 21 de enero de 2009

Otro para el fin del mundo

Soñar con música
mezclada en la noche del aliento
para hacer de este agujero el paraísoen
donde sólo brilles tú.

miércoles, 14 de enero de 2009

Para el fin del mundo

Ahora escribo en forma de poema, esas cosas que quiero hacer antes del fin del mundo. Cuando sepa que se va a acabar o cuando junte fuerza suficiente para empezar.

Leer de un sólo sentón Ulises. Disfrutarlo.
Oír, por fin, después de todo,
esos ecos de animal que dicen sobrevienen
cuando entiendes el monólogo interior.

miércoles, 7 de enero de 2009

Un golpe que todos quisimos dar

Un texto, que leí en Casa Refugio a propósito de la presentación del libro...

Hace unos días quise comenzar una ensayo sobre el último libro de Armando González Torres con la frase: “… el libro es como un golpe”. Pero en la medida que avancé, me di cuenta que la escritura de este autor no es como un golpe, es un golpe certero que propicia dolores muy específicos y que hace daños de la más variada condición.

Una especie de pompa funeraria necesitaríamos para celebrar la aparición de Teoría de la Afrenta de Armando González Torres. Habría mucho que decir sobre este libro que se antoja, por principio, desafiante. En efecto es un golpe, una sacudida: un hilación de textos que transgrede las posibilidades.
Teoría de la afrenta desdibuja los límites del género y crea una posibilidad poética que excede los contornos lingüísticos anidando sobre los elementos de la experiencia más íntima. La poesía que se construye en esta teoría es la del lado B, la del movimiento siniestro que sucede dentro del espejo de manera paralela al de la realidad sin dejar de ser parte de ella. Por ello me atrevo a decir que la poesía Transtextual que González Torres nos regala, es un golpe certero a todo cuanto conocemos y asumimos sobre los géneros literarios. Podría ser una literatura Transgénero. No es casualidad que un autor conocedor de la tradición (baste decir que recién ha ganado el premio Revueltas 2008 de ensayo por un trabajo que versa sobre la tradición literaria reciente) pueda dislocarla y pasar, diríamos, al siguiente nivel.

De la misma forma como nuestro autor desvela los mecanismos del género y los evidencia dejándolos desnudos y sinsentido, la experiencia sensorial de los “textos” que suman esta peculiar teoría de la afrenta son negativos de la proscripción, son historias de vencedores contadas por los vencidos, son ramilletes de golpes dados a antihéroes con nombre y apellido pero son, sobretodo, golpes muy fuertes recibidos por todos nosotros; por eso la historia que se funda en este libro es la historia del oprobio común, del oprobio del barrio y de la patria; a saber, es la historia íntima de la violencia del mundo. Se nota en la escritura reluciente que el tiempo ha hecho su trabajo. El decantado oficio de Armando nos ofrece la posibilidad de un texto claro. La construcción minuciosa de un texto científico que propone y desarrolla una teoría con tanta precisión, es un alarde más del dominio del oficio de la palabra y un elemento fehaciente de la gracia con que se desmadeja el signo y sus significantes en este monumental libro.

El signo se contrae y se entrevera en cada texto de Teoría de la Afrenta: es al mismo tiempo un poemario que un texto de divulgación y un antilibro; reducto violento de todo cuanto representa, como ya dije, el lado B de la realidad. Hay un brío dictatorial en la escritura de este texto, un dejarse ir con todo el odio y si algún miramiento. Hay una sutil pero despiadada furia detrás de las palabras del libro, una magia que entrecruza la belleza de la armonía poética con el devastador arpón de la verdad dicha sin disimulos: rogativa del despecho, por ejemplo, es un poema que a mi gusto resume muy bien el espíritu del libro: descarnado y furioso, con pretensiones de liturgia. El grado de violencia del libro parecería que deshumaniza, pero al contrario, nos acerca más de manera inteligente a eso que irremediablemente somos: humanos, condición nutrida de interpretaciones, signos y rituales, que en suma construyen esta ya probada teoría de la afrenta.


Julio César Toledo.