lunes, 4 de junio de 2007

Otro mío

Con dedicatoria a mi amigo Jorge Sánchez
Nada

Todo pierde – en medio de esta ausencia-
su certero nombre:

todo es suposición
y todo es nada

no hay centro en las palabras
para darles puñetazos (por eso):
acepta, dolor, este intento por llamarte.

El mundo anda sobre mi,
cabalga desbocado
y cada objeto, informe y desnombrado, sigue
pese al lento veneno de las horas
funcionando.

La cama donde duermo no es la cama
porque no tiene, ya, las mismas sábanas,
ni es parque ni sonrisas las del niño,
ni sangre la que mancha sus espejos;
ni harina
y levadura su mendrugo,
ni insomnio (que es sueño) ésta su tos.

Todo pierde – en tu recuerdo-
su epicentro.

Nada,
excepto la rabia precoz e inesperada
(ingenua rabia que todo lo hace lento),
se mueve de lugar
y sin embargo
cómo duele el corazón,
cómo su resto.
¿Acaso
su latir desvencijado
quita al mundo su chocante movimiento
y no deja de girar?

Aquí mismo me lleno de certezas
-podría contarlas, otra vez sobre la mesa-
y no sirven
otra vez
para más nada:
no me alcanzan para ser,
ni para estar; no alcanzan a doler
como el recuerdo,
no,
no alcanzan.
Lejos de ti nada se llama,
nada tiene verdad
y todo es nada.


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