sábado, 25 de julio de 2009

Un texto en la jornada de Ricardo yañez, apropósito de mi nuevo libro

Isocronías
Ricardo Yáñez
■ Nombrar la ausencia

Con Suplencias para el nombre del padre, Julio César Toledo, veracruzano radicado en el DF, se hizo en octubre acreedor a la versión de 2008 del premio de poesía Rodulfo Figueroa, de la cual fueron jurados Luis Aguilar, Luis Armenta Malpica y Francisco Magaña, quienes del libro, actualmente en proceso de edición, destacaron sobre todo “la nitidez de su factura”. Una ojeada a vuelo de pájaro, gracias a la generosidad de su autor, me sugirió lo siguiente:
La voz, hecha de muchas voces, eco y resonancia de ellas, no sabe oírse en tanto no se reconoce oída en lenguaje heredado, del que no siempre gusta –pero siempre le dice (aun cuando no la diga).
Ir en busca del padre es ir la voz en busca de otra voz, la voz que le dio búsqueda: “acá comenzó todo justamente con tu ausencia”, lo que obliga a convocar, a gritos, “la inteligencia de algún eco”, sólo para descubrir que nada, ningún nombre, es suficiente.
Y “el cuerpo empeñado en descifrar la hechura de sí mismo”, recurre entonces al poema, “un ardid lingüístico para engañar la realidad”: “Tuve que aprender, yo, como muchos/ Otras formas (muchas) de llenar/ El blanco espacio que siempre sobresale/ En las postales familiares.” “Y yo no tengo nada/ excepto el tiempo dedicado a esta escritura”. Pues “Nadie/ puede/ resistir la perfección del silencio”, “la falta de apellido.” Si bien “el nombre es un abismo”.
Como la “Mujer:/ otro nombre para suplir al padre”.
“Hijo es también raíz de padre.” “Voz”, traduzco a mi percepción, “es también raíz de lenguaje.” De nombrar la herencia a manera de don a donar, donado ya. “Mi padre/ es la idea de un recuerdo que no tengo ciertamente”. Hay que hacerse de él; hay, en cierto modo (no en balde lo “edípico” de la Conclusión expuesta en el párrafo anterior) que deshacerse de él: “Es necesario/ seguir en el esfuerzo de olvidar/ que antes de mí estuvo otro en mis zapatos/ que no pudo, una mañana, entrar para decir la luz.”
Paréntesis: “Cómo escribir, a estas alturas,/ un paréntesis/ que rodee la palabra sin cercarla,/ dejándola crecer en su sonido,/ en su semántica pequeña pero suya/ y dilatada.// Una pausa que se haga de verdad, sin ornamento/ (sin ser otra cosa que silencio).// Mientras trazo esta parábola en la hoja,/ ella misma se vuelve mi estandarte/ de batalla, banderín de insignia bélica/ que incita a continuar.”
Rastro y presentimiento de una voz en busca de sentido, “Digo tu nombre./ Con el aliento más suave que poseo, digo tu nombre/ y, acaso, la combinación de sus letras/ o su eco/ hacen temblar la tierra.// Digo tu nombre que es claro y fresco;/ lo pronuncio y en él lavo mi cuerpo,/ me clarifico.// Digo tu nombre y/ después, aunque no quiera,/ todo es silencio.”

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