lunes, 29 de marzo de 2010

Música para matar

Del libro Musicario, parte de la Cantata.

VIII.-

La voz se desmigaja y cae

-en el acto de juntar las manos rodeando la piel escurridiza-

como cae la tarde con su peso de tórtola incendiada: inevitable.

Fuera del sentido se acomoda toda sensación

que es un paso anterior a lo nombrado, un tambor primero donde bulle la necesidad

-también primera- del grito y de la casta;

del imprescindible que me he vuelto yo para esta sinfonía a dos voces:

siempre dos voces.

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